El árbol empieza a echar raíces

"Vivir es ser paciente como el árbol. Que después de perder todas sus hojas, se cubre de flores". (Autor/a anónimo/a)

Quedan advertidos que esto va a ser un cambalache.

Bajo la sombra de este árbol podrán encontrar hojas de todos los colores, cosas que existen y que no. Cosas que están siendo y cosas que fueron. Lo que creemos que será de este mundo, o de otros.

Bienvenidos a la milonga.


martes, 27 de julio de 2010

aproximada/mente




Un mal día para el pez milanga

Un nuevo descubrimiento culinario promete no alcanzar mayores repercusiones.


Fuentes innombrables rumorean el hecho que ayer tuvo lugar en un barrio cordobés. En las vísperas de un nuevo almuerzo, Doña Tiburao sacudía las milanesas cuando instantes antes de comenzar con el ritual de la fritura, experimentó tamaño descubrimiento. El hallazgo del “pez milanga” -como lo especificara su descubridora- alborotó no sólo sus pensamientos sino también las ocurrencias de los familiares que la acompañaban en ese instante.

¿Cómo habría arribado este animal acuático a tan seco plato? ¿Qué tipo de horizontes inundaban sus expectativas submarinas? ¿Pensaba acaso en la posibilidad de existencia en la superficie terrestre? Preguntas que jamás podremos responder… Sin embargo, Doña Tiburao arriesgó: “pa’ mi que intentaba nadar sin agua, incluso pienso que quizá quería probar nadar en aceite, qué se yo…”. Por su parte, un transeúnte que pasaba por la vereda en ese preciso momento, sentenció: “quien milanga, mal acaba”.

Luego de un miserable y para nada relevante debate familiar, Doña Tiburao decidió fritar al pez en cuestión. Este hecho marcó un antes y un después en la vida del perdido ser acuático. Posterior al baño de inmersión en aceite hirviendo, el pez milanga, adoptó un tostado veraniego digno de una noche de verano.



Un detalle no menor, es que a partir de esta mutación de piel, el susodicho mostró rasgos faciales a partir de los cuales era posible observar su tristeza y descontento ante tan terrible acto. Las imágenes tomadas son testimonio fiel de dicha interpretación. Puede verse en sus labios una tendencia similar a la expresión penosa de una de las tan representativas caretas teatrales.

En su lecho de muerte, cual alma en pena atrapada en un cuerpo embalsamado, el pez milanga reflexionó unos instantes. Acostado sobre un colchón de puré con orégano, pensó que después de todo, haber trascendido sus condiciones naturales fue la llave que le permitió experimentar una vida distinta a la prometida (si correís por el río, llegaráis al mar);



aunque todo implicara perecer en ácido estomacal.















MermeladadeDurazno.